El coliseo valencianista acogió una de las finales más emotivas de la historia por el sobrecogedor ambiente que vivieron sus gradas. La final, para el Barcelona y la afición del Athletic, a la memoria de los aficionados al deporte.
El Camp de Mestalla fue el escenario de lujo en la que se convirtió una de las finales más apasionantes de la historia de la Copa del Rey. La razón no se encuentra en el partido, donde el FC Barcelona lo sentenció en 30 mágicos minutos, en los que fue capaz de neutralizar el gol inicial de Toquero y, además, exhibir su impresionante arsenal ofensivo, con variantes incluso inesperadas; su inclusión a la magna categoría de inolvidable se debe al indefinible ambiente que se vivió en las gradas del coliseo valencianista por las dos aficiones, la blaugrana y, especialmente la rojiblanca, cuya fidelidad, entrega y pundonor con sus colores merecen un reconocimiento más allá de un resultado futbolístico, o un de trofeo siquiera. Los vascos, con el resultado a favor, neutralizado, o sin posibilidad de voltearlo, independientemente de él, convirtieron el evento en un espectáculo inolvidable. Sin duda, un epílogo sensacional para el Camp, que se está acostumbrando a que sus gradas vivan momentos únicos.
El propio encuentro era un capítulo aparte, y no podía llegar a la altura de lo que sucedía fuera. En términos estrictamente futbolísticos, aparte del melancólico buque que te imbuye contemplar las gradas, El FC Barcelona fue fiel a sí mismo y comenzó, como siempre, a mover la pelota aunque con más dificultades de las previstas; Yaya Touré se convirtió en el imprevisto timón del juego blaugrana, mientras Xavi y Keita se veían taponados por la asfixiante presión del centro del campo rojiblanco, agazapado en la zona ancha y con una velocidad supersónica, tal vez precipitada, a la hora de buscar la acción al espacio. El Athletic, subrogado por la amplísima mayoría en las gradas del Camp, se tomaba cada pelota dividida como una cuestión de honor. Y, antes de merecerlo, pese a un disparo inmediatamente anterior de Javi Martínez, blocado por Pinto a la base del poste derecho, aprovechó su primera acción a balón parado, en un grave descuido de marcaje en el segundo palo, para marcar el primer gol gracias al perfecto testarazo de Toquero. Sonaba a tópico aquello que los vascos ganaban 1-0 antes del arranque del encuentro por el insuperable ánimo de su hinchada, pero, aun así, es difícil ver en el fútbol profesional tan excepcional comunión entre los jugadores y su grada. Cada balón relataba que, para el FC Barcelona era una final más de las que ha disputado y disputará, mientras que el Athletic llevaba 25 años a la espera de esta oportunidad de oro para recuperar el trono copero perdido.
Los catalanes parecían aún abrumados por la marea rojiblanca, pero son únicos en la actualidad a la hora de fabricarse posibilidades. Tocaba con su paciencia habitual aunque le faltaba esa frescura de ideas en línea de tres cuartos. La encontró Eto’o en una pelota en profundidad para quedarse solo ante Iraizoz, pero Amorebieta, con una anticipación prodigiosa, evitó el más que probable 1-1. Los de Guardiola no perdían la compostura, pero tenía enfrente un equipo, ordenado, cómodo la labor asignada en el rectángulo de juego, que sabía cuando morder, en cada pelota canalizada por Xavi, dejaban conducir las subidas de Touré, Busquets o Keita, taponaban cada una de incorporaciones por banda de Dani Alves, y obligaban a participar lejos de la portería a Eto’o y Messi. Cuando recuperaban la posesión, el objetivo era tocarla rápidamente a la zona de Yeste, el creador de fútbol bilbaíno. El Barcelona estaba maniatado pero nunca puedes menoscabar su calidad y su llegada, incluso en protagonistas teóricamente secundarios. Como Yaya Touré, que agarró una pelota, aparentemente sin peligro, en tres cuartos de campo, dribló a un par de rivales, perfiló el disparo y la puso a una zona imparable para la estirada de Iraizoz.
El fútbol, que es un estado de ánimo tan imprevisible que depende una sola acción, viró hacia el lado azulgrana, tocando con mayor confianza y, cuya participación en banda derecha de Messí, traducía cada conducción hacia el centro en una combinación prodigiosa de habilidad y clase. La zaga rojiblanca achicaba las oleadas como podía, su disciplina táctica era encomiable. Además, su público les concedía un plus más de oxigeno en la ardua labor de desbaratar el fluido ataque catalán. Lo logró hasta el descanso, aunque no pudo evitar un lanzamiento lejanísimo de Dani Alves, fuera por muy poco. Tal era la intensidad del partido fuera del césped, que los aficionados de ambos clubes se tomaron una tregua hasta el arranque de la segunda parte. No capitulaba el Athletic en su ambición de ganar ‘su’ Copa, pero se encontró, una vez más, ante la magia de Messi. El argentino, cuya entrada en calor es una bendición para su equipo, rozó la genialidad hasta completarla en el minuto 55, con sendos eslaloms imparables con una ejecución no menos perfecta. El encuentro entró en el terreno más peligroso para los vascos, obligados a modificar su estructura en el césped y a descubrirse atrás. En una pelota dividida, sin tiempo para digerir el tercero, Bojan participaba de forma notable en lo que llevaba de encuentro y sacó ‘ petróleo’ de un lanzamiento ajustado.
Con una fluidez pasmosa, el Barcelona encadenaba cada jugada con un peligro mortal de necesidad y sus recursos parecen inagotables. Xavi, en otra pelota parada cerca del balcón del área, la puso a la escuadra con una suavidad pasmosa. Dirigió un misil inteligente, con una velocidad calculadísima, que mereció convertirse en el 4-1. El partido, en términos de utilidad, estaba visto para la sentencia, pero la grada del Athletic, mientras festejaba la rival su vigésimo quinto título copero, quiso realizar una demostración de su categoría, gracias a la que su equipo estaba en esta final, y arropó a sus futbolistas en estos momentos amargos. Además de la clara ventaja, restaba mucho tiempo para el final, y los rojiblancos, hundidos en el desánimo tras rozar durante varios minutos la proeza, no encontraban fuerzas, sin tampoco fútbol, para minimizar el daño. El destino del marcador estaba abocado a lo que quisieran los blaugranas; por fortuna para el rival, al equipo ‘culé’ le resta, afortunadamente para ellos, mucho que jugarse esta temporada. Y disputó al ‘ralentí’ hasta el pitido final. Pero el protagonismo exclusivo no era suyo; lo compartió con el Athletic y su afición. Se lo merece.
Ficha técnica:
Athletic Club 1: Iraizoz, Iraola, Aitor Ocio, Amorebieta, Koikili, Yeste, Javi Martínez, Orbaiz (Etxeberría, m.61), David López (Susaeta, m.56), Toquero (Ion Vélez, m.61) y Llorente.
FC Barcelona 4: Pinto, Dani Alves, Piqué, Touré Yayá (Sylvinho, m.89), Puyol, Busquets, Xavi (Pedro, m.88), Keita, Messi, Bojan (Hleb, m.84) y Eto,o.
Goles: 1-0, m.9: Toquero. 1-1,m.32: Touré Yayá. 1-2,m.55: Messi. 1-3, m.57: Bojan. 1-4,m.64: Xavi.
Árbitro: Luis Medina Cantalejo (comité andaluz). Amonestó por el Athletic de Bilbao a David López (m.31) y Koikili (m.36) y por el Barcelona a Touré Yayá (m.22), Messi (m.50) y Keita (m.50).
Incidencias: partido final de la Copa del Rey disputado en el Camp de Mestalla ante 50.000 espectadores llegados de Bilbao y Barcelona con mayor presencia de seguidores del conjunto vasco. Terreno de juego en buenas condiciones.
FUENTE - WEB OFICIAL DEL VALENCIA CF - FOTOS DEL PARTIDO DE LA FINAL DE LA COPA DE SM EL REY - CLICKA EN ESTE ENLACE DE LA WEB OFICIAL DEL VALENCIA CF